martes, 29 de abril de 2008

Así te lo cuento

Que nadie habría llegado ni tan siquiera a intuir si no hubiera sido por que el viento se levantó caprichoso y con ganas de bailar. Pensó que aquella hoja semitransparente podía contener más de un pensamiento, que como todos saben son otra forma de aire, y decidió tenderle una mano para comenzar un vals con la esperanza de que les condujera a algo más que un simple roce.

Levantó la humilde servilleta hasta convertirla en paloma mensajera, la tomó entre sus brazos y le permitió volar… y así llegó hasta las manos de la que nunca había recibido una carta, ni tan siquiera una nota

miércoles, 16 de abril de 2008

Así te lo cuento

Se nos ha ocurrido una idea para crear una especie de entrada conjunta entre todos los que participan en el blog (con independencia de otro tipo de entradas que no guarden relación con este juego). La idea es bien sencilla: escribir un relato conjunto. Para que esto tenga un mínimo de organización, las pautas a seguir son las siguientes:

1- El juego durará un mes (16 de abril – 16 de mayo)
2- Cada entrada debe estar nombrada de la siguiente manera: ASÍ TE LO CUENTO – 01…02…03… Es decir, siguiendo un orden en función del número de la entrada anterior. La entrada de hoy, por ser la primera será ASÍ TE LO CUENTO, así que el primero que se anime a escribir que añada el 01.
3- Las entradas no ocuparán más de 5 líneas de Word, en Times y de 12 puntos, a excepción de la entrada 00 (para ir metiéndonos en la historia) y la última (extensión libre). Sin coartar la creatividad de cada uno, deberá existir cierta coherencia entre cada entrada y la que le precede. Al día se pueden introducir tantas entradas como se desee, pero nunca una misma persona escribirá dos entradas seguidas el mismo día (para que los otros aporten algo a nuestra idea del argumento).
4- Las entradas finales de la historia SÓLO podrán colgarse el día 16 de mayo, y llevarán por título ASÍ TE LO CUENTO: FINAL.
5- A partir del día 17 de mayo podremos comentar los giros y desenlaces de nuestra historia, lo que nos ha gustado, lo que no tanto y proponer un título para el relato.

Y sin nada más que añadir, ahí lanzo el comienzo del relato:

"No fue la historia más trágica ni la existencia más atormentada. A pesar de sus esfuerzos por convertir la vida en un drama hubo momentos de felicidad, romances, aventuras y riesgos No fue tampoco una historia más entre tantas otras, olvidadas en rincones de casas deshabitadas o en fotos amarillentas. Su recuerdo no tiene el olor a rancio que desprenden los recuerdos comunes.

Tampoco fue todo lo especial que hubiera deseado ser. Consumido en su empeño de alcanzar la inmortalidad no logró sino volverse invisible. Sólo fue cuando se olvidó de ser y se entregó al delirio de otros sueños, en aquellos mundos inventados donde el latido de los relojes es una cadencia arrítmica.
Tres líneas manuscritas en una servilleta de papel son su única obra. Veinticinco palabras que hoy conforman su epitafio".
Celina R.S.

martes, 15 de abril de 2008

Aborrecer



Regreso a casa antes de que acabe el colegio. Me escapo del recreo y sin hacer ruido llego a mi habitación para poner el diente debajo de la almohada. Es el primero de todos y no me ha dolido. Miro el reloj y espero que se mueva un rato. Levanto la almohada y nada, no hay dinero allí. El ratoncito Pérez es un poco vago. Me siento a esperar un poco más porque no puedo irme sin el dinero para comprar el boliche plateado con el que ganaré a todos los de la clase. Oigo gritos, son más altos que los de ayer. Me agarro a Tito el Pájaro Azul y Mutante y Nadador y con Dos Cabezas. Miro la etiqueta con ganas pero es tan vieja que ya no se puede leer nada.

-Conmigo, no- oigo decir a mi madre- y un ruido de perchas choca.
-Es tu hijo, lloraste el día que nació-oigo a mi padre gritar.
-Lloré porque parir era lo más doloroso que me había pasado hasta que me has dicho que ya no nos quieres. Te apesta el aliento.-dice mi madre sin dejar de hacer ruido con las perchas.
-Me voy por tu bien y el de niño. Si me quedo aquí sería un mentiroso-dice mi padre y golpea la pared donde estoy apoyado.
-Si te vas te lo llevas. Yo no lo quiero aquí . No soportaría que las noches que tuviera miedo se metiera en mi cama. Tiene tus ojos, tu espalda, tus manos y huele como tú. Lo acabaría por aborrecer.-Grita mi madre y las perchas caen al suelo.

Tengo ganas de llorar. Me acerco al diccionario que me ha regalado la abuela. Lo abro: Haber. Hablar. Hablilla. Hablistán. Habón. Habús. Ni rastro de Haborrecer.

Pruebo sin h. Aborrecedero. Aborrecedor. Aborrecer:

1. Tener aversión a una persona o cosa. 2. Dejar o abandonar algunos animales y especialmente las aves, el nido, los huevos o las crías. 3. Aburrir, fastidiar, molestar.

Ahora tiemblo. Pero no hace frío. Estoy llorando. Tito el Pájaro Azul y Mutante y Nadador y con Dos Cabezas se moja. Podríamos nadar los dos muy lejos. Espero a que el reloj se mueva un poco más para poder salir cuando no haya nadie. Ya deben haber pasado por lo menos ciento ochenta horas igual que cuando tengo que sentarme a la mesa a comer algo que no quiero. Antes de salir levanto la almohada, y sólo está mi diente. El ratoncito Pérez se debe haber asustado con los gritos y no ha ido a cambiarme el dinero. No puedo esperar. Agarro la almohada con una mano y meto el diente dentro.

Salgo de la habitación y llevo la almohada con diente, a Tito el Pájaro Azul y Mutante y Nadador y con Dos Cabezas y (ahora) Mojado y con mi paquete de galletas para toda la semana. No llego muy lejos. A mitad del pasillo me hago pis encima. Mami, Mami.

viernes, 11 de abril de 2008

Tía Lola

María Dolores Ferrer
[Jueves, 21 de febrero de 2008]

Eran siete las hermanas, amigas de sus hogares, de manos habilidosas, de familias numerosas y de suspiros de hijos fallecidos.
Siempre fieles a sus maridos, las hermanas Ferrer eran apreciadas en su pueblo natal de San Bartolomé.
Sus oscuras vestimentas, esos lutos prolongados, los cabellos teñidos por el paso del tiempo y sus rostros de cuerpos erguidos, reflejaban decisión y entereza, dejándose entrever en ellos un atisbo lastimero.
Eran sus casas de varias puertas, de patios soleados y lluviosos, de cocinas ahumadas y de pucheros hirviendo. Eran sus casas los animales y también las eras, de donde brotaba la simiente, alimento de todo el año.
En sus encuentros familiares entremezclaban las bromas, repertorios memorísticos y canciones melódicas rítmicamente acompasadas.
Con mantillas y velos negros camino de la iglesia, sosteniendo entre sus manos misal y rosario, reclinábanse ante el altar, suplicando con dolor de contrición las culpas de sus pecados.
Sus sobrinas siempre las recordamos. Cada una de ellas, como estrellas del cielo, alumbraba con luz propia. Pero la benjamina, la tía Lola, tenía para mí un brillo especial, por su sensibilidad, firmeza de ideas y gusto artístico.
Era el corazón de su hogar, al tiempo que gestionaba el trabajo de la Centralita de teléfono. A veces simultaneaba el hecho de amamantar a su hijo, sosteniendo el auricular y manipulando las clavijas y manivela para establecer las comunicaciones oportunas.
Ella era movimiento y a la vez prisionera de su trabajo, siempre enviando recados, dejando avisos, esperando llamadas.
Su agenda no le permitía entrar en tertulias vanas, ni salidas ociosas. La mejor distracción, cuando se lo podía permitir, era los juegos de cartas, para la canasta tenía una febril pasión.
Su mirada reflejaba nitidez y sinceridad en sus palabras, transmitiendo confianza.
Era de vestimenta sencilla y en su boca sólo relucía una suave sonrisa, quizás por no poder dar respuesta a todas sus inquietudes.
La casa era como un apéndice de la iglesia, donde los cantos de misa se preparaban alrededor del piano, los manteles y roquetes inmaculados esperaban la ceremonia, y en las vísperas solemnes los candelabros de bronce lucían su brillo natural.
Su arte escénico le llevó a fomentar la afición al teatro, donde las obras de autores como Miguel Mihura o Alejandro Casona las dirigía escrupulosamente, imprimiéndole a los diálogos su sentido y vehemencia, y elegancia a sus movimientos.
También fueron muy aplaudidos los coros de jóvenes, de canciones populares o de alegres fragmentos de zarzuelas.
Un rincón de su casa era el sobrado, auténtico mirador, cuya ventana te acercaba a la plaza en días festivos.
¡Tia Lola, prepáranos una poesía!, le decíamos la víspera de algún día señalado. Presto, preparaba el tema, y con gran ingenio hilvanaba unas cuartetas, dejándonos a todos sobradamente complacidos.
Su labor fue reconocida, y en la calle DOLORES FERRER su nombre permanece enmarcado en una placa.

http://www.diariodelanzarote.com/opinion/2008/02/21022008-maria_dolores_ferrer.htm

domingo, 6 de abril de 2008

DESCUBRIÉNDOTE

A esas horas en las que el tiempo es huérfano de sí mismo, cuando la madrugada ríe libre por no ser esclava del ayer ni del mañana, doblo la almohada bajo mi cabeza para pintarte durmiendo a mi lado.

Tranquilamente. Contemplar tu rostro. Sin prisas. Regocijarme en cada detalle del espejo de tus adentros, sin que tus ojos inseguros me lo impidan. Intentar desentrañar los misterios de ese cristal turbio, miopizado para mí, pues todavía no tengo el gusto de conocerte como es debido.

ARIEL DEL TORO

EL GRITO DEL GOTELÉ

Cuando cesaba el ruido de pelusas ventiladas por mi viejo ordenador, los techos se sostenían solamente por gotelés. No había tabiques, no había paredes que derrumbar para ampliar la habitación. Aquel día, enfilado hacia la cama, unas voces conocidas llamaron mi atención cuando el somier dejó de chirriar. No era costumbre escuchar aquel revuelo, nunca había tenido quejas de mis vecinos.

- ¡Madre, por el amor de Dios! Esto no debe ser bueno. Es tu dormitorio –gritaba una adolescente, desencajada bruscamente por la falsedad de la utopía inmortal.

- Hija mía… bastante afligida estoy como para soportar más sermones que el de nuestro querido párroco.

- ¡Pero madre, hay otros medios! Me volveré loca si tengo que pasar tres días enteros con mi padre en casa –la niña andaba de un lado a otro y sus pisadas imponían el mismo terror que su voz gimoteante entre lágrimas.

- Antiguamente era normal hija mía. Nadie se extrañaba. Es más, estoy segura de que tu padre lo hubiera querido así –susurraba la anciana prematura con una tranquilidad inusitada, como si lo esperara hace mucho tiempo.

En efecto, el viejo Serbando iba de mal en peor los últimos meses, corriendo sin obstáculos hacia el último pestañeo. Pero no tubo tiempo para ese último detalle.

- ¡Madre, no puedo soportarlo, me está mirando! –a penas podía diferenciar las palabras de los silencios, engullidos ahora por contracciones involuntarias del diafragma, creando sonoras y angustiosas inspiraciones. Ese lloriqueo de niña pequeña que a uno le pone enfermo porque no sabe como atajarlo.

- ¡Sigue siendo tu padre, no hables así delante de él! –replicó la viuda, cambiando la dulzura por la firmeza, intentando acallar por lo sano la insensatez natural de su hija- Tu padre nació en esta casa, aquí crió a sus cinco hijos y aquí será velado como Dios manda. ¡Y no se hable más!

Se aceleraron los pasos. Un portazo. Un jarrón roto. Ruidos de cristales estallando contra el suelo. Mis párpados atónitos incapaces de humedecer mis ojos. Reflejos de una vida destrozada súbitamente.

- ¡Noelia, no faltes el respeto a tu padre de esa manera! Él te observa y sé que llora porque añora un beso tuyo…

La niña se había ido de casa, deduje por el estruendo de la puerta blindada que hizo tambalear mis paredes de pintura, derrumbándolas, dejándome frente a frente con mi primer muerto. Pasé el resto de la noche sentado en mi cama, observándome en el espejo del armario, no queriendo mirar a Serbando, poniendo en duda la irracional figura de los espíritus.

ARIEL DEL TORO