miércoles, 30 de diciembre de 2009

Una noche en blanco

A continuación os presentamos los relatos finalistas del concurso 'Una noche en blanco'

El dulce olor a membrillo despedido por la anciana que caminaba delante le abrió el apetito. El hambre que tenía últimamente era incontrolable y no había comida que lo colmara.
La siguió escondido para robar el bolso con el manjar hipnotizante. Cuando una calle oscura, escondida de la luna llena, les encontró, empujó a la vieja contra un muro rajándole la cabeza.
Le arrebató el bolso, dislocándole el brazo y justificándose por el deseo de saciarse.
Nada que comer. ¿De dónde venía el olor? Miró el hilo de sangre desmoronado por la cara y le sedujo. Lo lamió y unos colmillos salieron de su boca hacia la cara de la desmayada con los que desgajó el cuerpo y absorvió los cuatro litros de sangre que soltó.
Sin entender lo ocurrido, corrió por las calles del Adelantado, desquiciado reptó por la Catedral y aulló. Era su primera noche en blanco.

Aída Rodríguez Rosa.


En la vigésimo quinta noche, nadie durmió. La ciudad entera respiraba en silencio, como un depredador a punto de lanzarse sobre su presa. Era una ciudad de párpados abiertos, una ciudad tibia derramando su fiereza en aquella bruma que parecía salirle de la nariz. Habían pasado veinticinco noches desde la visita del profeta. Veinticinco noches que completaban el lunario de sus presagios. Y aquel latido incesante, aquella espera disfrazada de luto, eran la atroz confirmación de que algo malo estaba a punto de suceder. Y es que aquélla sólo habría de ser la primera del resto de nuestras noches en blanco. La primera de una maldición que no sólo nos negaba la capacidad de dormir, sino el derecho a seguir soñando.

Celina Ranz Santana


Entré en la noche como se entra en una piscina llena de gatos; ruidosamente. Hay aviones de plomo y pantanos de gente, pero he renunciado ya a la fascinación de los detalles del mundo, los gritos neuróticos del planeta. Busco en las cafeterías, veinticuatro horas abiertas, rollos de realidad, fragmentos de luces que duermen derramadas por las mesas. Me acostumbro al cansancio de las sillas, que gimen tristemente debajo de mi. La retaguardia del teatro se abre en un alarde de accidente, igual que romper un reloj cuando niña para ver el mecanismo de dentro. Matices blancos de un cielo negro. Todo se abre en el prostíbulo de la noche, incluso nuestras propias galerías, o la prepotencia de un sueño. En esta noche cada uno puede inventarse la vida a su semejanza, como un dios doméstico, pero sin apóstoles, con menos muertes y algo más de acierto.

Reyes Martín Rosa



Escapo del insomnio como de un ídolo que conficura alguna de mis habituales pesadillas y que se jacta de impedir que duerma. Acepto el reto.
Salgo a la calle presintiendo otra "noche en blanco". Observo un bullicio inusual que alegra Herradores. Ambiente ficticio, carnavalesco. De repente, de calle transversal aparece un elefante africano que, indolente, parece pasear. La gente, que cuelga bolsas de infinitas formas y colores, se aparta sin sobresalto. Su asombro parece responder a la soledad del paquidermo. Tranquilo y con lógica elefantina, irrumpe en el comercio prêt - a - porter del número 45, y las personas levemente disgustadas le ceden el paso. En su enormidad, ya que parece tranquilo, tira estanterías, colgadores y hasta un mostrador cruza ahora el recinto.
Ruido estridente.
Me dirijo a casa, cruzo el umbral y subo los escalones. Ahora estoy seguro que la vigilia forzosa ha pasado y cederé al sueño.

Jose Luis Rubio Tabernero



¿Cómo estará la dive que sólo baila entre las motas de polvo frente a la luz? Como es de noche, ella anda a tiendas temerosa de tropezarse, pues su danza nace de la claridad que se columpia en las esquinas de los sueños, de la música de las palabras que no fueron dichas porque a veces la gente se argumenta mejor en silencio. Y con un compás imaginario mueve su cuerpo, mientras sus curvas se abrazan al albedrío de las tempranas coladas de sol.
Pero ha perdido el paso, como si la noche hubiera cegado sus oídos y fuese incapaz de tararear la melodía del ejercicio. Piensa que si sólo por esta noche la oscuridad se maquillara de balnco, no se agarraría más a las rodillas en una esquina, ni esperaría a que la paciencia trajera en el pico otro amanecer y así el despertar de los arpegios y los arabescos.

Fayna González Cabrera



Deambulo por las calles, en medio de una multitud que nada me dice. Me siento como si estuviera en una habitación rodeada de cristal, yo veo hacia fuera pero los demás no me ven, tal es de cegador a la luz blanca que sale de aquí que están deslumbrados. Yo me debato en una pesadilla interminable, grito y les digo: "Quiero estar con ustedes", pero no me oyen.
Trato de salir al exterior pero no tengo puertas ni ventanas. Daría... no se que daría por estar fuera, por sentirme viva, por reír o llorar, por dejar de sentir ese frío que me produce la blancura de esta luz que me aísla y me deja sin vida, helada.
Poco a poco la luz disminuye y descubro una puerta. Por fin puedo salir, y vuelvo a caminar entre la gente disfrutando con la misma puerilidad que ellos, de una noche en blanco.

Candelaria Rodríguez Ávila



Al ver la sangre mi mamá me dijo que era normal, que no me asustara. Que voy a convertirme en una mujer.
Yo no tengo nada de miedo. Sólo espero que no vaya a dolerme mucho cuando me crezcan las alas.

Óscar García García

martes, 1 de diciembre de 2009

La noche del cazador

Ayer volví a ver por primera vez La noche del cazador. En esta ocasión mi antención se fijó especialmente en el efecto hipnótico que parece provocar el personaje de Robert Mitchum sobre la mujer (Shelley Winters) y la forma tan aterradora en que ésta acepta la tortura a la que el predicador la somete a ella y a sus hijos. Imbuida por el veneno de las palabras del protagonista, la mijer contempla y espera su muerte con una resignación sin nombre.
Esa misma tarde estuve debatiendo con amigos sobre las relaciones entre hombres y mujeres en el cine. Uno de los puntos calientes de la tertulia se refería a la influencia del cine en nuestros hábitos sociales. Había opiniones para todo. Tomando posición me afirmé en la idea de que la influencia del cine se limita a algunas modas y costumbres superfluas que no suponen un cambio transustancial en nuestra manera de ver el mundo. Después de todo, cuando salimos del cine, uno sigue tratande a los demás como ellos nos tratan a nosotros. "Siendo justos- les decía a mis amigos- el ser humano a penas a cambiado sus instintos desde que inventamos el fuego".
Hoy, en las noticias, vuelven a anunciar la muerte de otra mujer por violencia de género y yo no dejo de preguntarme en qué medida la película de Charles Laughton o cualquier otra ha influido en ese hombre que apuñaló a su mujer a sangre fría. ¿Crea el cine asesinos en potencia? ¿Tiene una simple escena la capacidad de transformarnos hasta ese punto? Es terrible, ¡terrible!, saber que la persona que se sienta a mi lado en la guagua o la que me seirve el plato en el restaurante puede tener las manos manchadas de sangre.
Sin embargo soy consciente de lo absurdo que resulta este pensamiento. Puede que en algunas películas de los años 50 se mostrase con cierta naturalidad la creencia de que el hombre "tenía derecho" de propinar una bofetada a una mujer para "hacerla entrar en razón" pero aquellos tiempos, por fortuna, has quedado obsoletos y la sociedad en la que vivimos ha cambiado en ese aspecto. Actualmente las películas reniegan de la violencia de género implícita o explícita y, si la muestran, lo hacen para ponernos en el lugar de la víctima y para mostrar la lacra que supone en la sociedad. Libros y películas como los de la saga Milenium se posicionan de una manera radical en contra de la violencia machista e imponen el prototipo de una mujer independiente, rebelde y poderosa.
No obstante, lejos de tranquilizarme, esta certeza provoca en mi una inquietud aún mayor. Si atendemos a las cifras, nos damos cuenta de que sigue habiendo el mismo número de maltratos que hace medio siglo, el mismo número de muertes, el mismo número de abusos. Es lógico pensar entonces que, ciertamente, las películas no modifican la esencia de las conductas humanas y que, en todo caso, el cine es un reflejo de la sociedad del momento, favoreciendo los roles admitidos como correctos y criticando aquellos que no lo son.
Triste nuestro mundo aún está plagado de predicadores asesinos y de esposas sumisas y nuestros instintos animales están demasiados arraigados como para ignorar nuestra bestialidad innata. El cine- el cine bueno, se entiende- puede ser una herramienta valiosísima para ilustrar el camino de la historia, la evolución de las modas y las costumbres sociales, pero, por otro lado, también nos recuerda que, en el fondo, seguimos siendo los mismos canallas.

Idafe Hernánadez Plata

viernes, 27 de noviembre de 2009

Películas recomendadas

Esta es una lista de películas recomendadas por los alumnos del Curso de Creación 2009/2010, a propósito de su clase "la importancia de tener criterio"

Se realizó un coloquio sobre el tema "El cine y las realciones entre hombres y mujeres"

Revolutionary road

Los girasoles ciegos

Historias de Filadelfia

Beautifull girls

Guest who's coming to dinner

Conspiración de mujeres

Ariadna

No mires abajo

El secreto de sus ojos

Duelo al sol

Todo lo que necesitas es amor

Muerte en Venecia

Novecento

El jardinero fiel

Las amistades peligrosas

Rompiedo las Olas

viernes, 16 de octubre de 2009

20 razones para no leer a Larsson

Luis Guardia organiza la parte floral de eventos sociales de todo tipo al frente de su negocio, La florería. En uno de ellos le pidieron una propuesta de regalo original para los invitados que asistían y se le ocurrió regalar mundos, o sea, libros. La idea era amontonar "20 razones para no leer Larsson", cuya trilogía parecía haber borrado del mapa el resto de la literatura. Le pidió una lista a su amiga Saro Díaz, periodista, pero sobre todo lectora irredenta, como él. Ahí van las 20 eclépticas razones de una lista improvisada.

- El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell (este tiene truco puesto que está integrado por los volúmenes Justine, Mountolive, Balthazar y Clea)
- El elogio de la sombra, de Tanizaki
- Un día perfecto, de Melania G. Mazzuco
- Una vida de gestos, de Chang-Rae Lee
- Caos Calmo, de Sancho Veronesi
- La extraña, de Sándor Márai
- El legado de la pérdida, de Kiran Desai
- White City, de Tim Lott
- Nunca me abandones, de Kasuo Ishiguro
- La cura Schopenhauer, de Irven D. Yalom
- La elegancia el erizo, de Muriel Barbery
- Metro, de Donato Ndongo
- Kafka en el orilla, de Haruki Murakami
- El arte del placer, de Galiarda Sapienza
- Villa Amalia, de Pascal Quignard
- Sobre la belleza, de Zadie Smith
- El diario de Edith, de Patricia Highsmith
- Ambigüedad, de Elliot Perlman
- Acción de gracias, de Richard Ford
- El mundo después del cumpleaños, de Lionel Shriver

Ahora os proponemos a vosotros que cojáis el testigo de Saro Díaz y dejéis también vuestras 20 razones, o lo que es lo mismo, vuestros 20 títulos recomendados.

viernes, 15 de mayo de 2009

ROSA

Ustedes dirán que me falta un tornillo, o que soy un vicioso o un depravado.
Pero si Rosa me pidiera que me arrojase a la calle desde un balcón o desde lo alto de la azotea, lo haría sin dudarlo.
Por eso cuando me dice que no, que ya basta, que no somos niños, siento esta mezcla de rabia y desconsuelo; un sentimiento de injusticia, como si al despertar en un hospital descubriese que me han extirpado un riñón por error en lugar de cauterizarme un lunar.
Aunque no negaré que hay algo irracional en todo esto, Rosa es la esencia de mi felicidad o de mi tristeza, y no tengo más remedio que aceptarlo.

Nos criamos juntos desde los doce años, cuando mi padre y su madre se casaron en Santiago de Chile. Su madre era divorciada y la mía hacía cinco años que había muerto de un cáncer de útero. Siempre la he llamado mi hermana, aunque decir ‘no somos hermanos carnales’ se me hace insoportable.
Ahora no recuerdo bien si su cabello era más rubio cuando era niña o si tenía el aspecto rojizo que tiene ahora, pero la recuerdo muy tímida y delgada. Al principio la trataba como a la hermanastra incómoda que me habían impuesto, y procuraba evitarla. Me irritaba su apocamiento, esa forma de mirar al mundo como un perrillo asustado.

Pero descubrí quién era en realidad a los catorce años, una tarde en que nos quedamos solos. Había estado leyendo en mi cuarto y no sé por qué fui hasta la habitación de los viejos. Algún ruido me alertó, y me atrajo la puerta entreabierta por la que se escapaba una luz amortiguada. Tuve la precaución de caminar descalzo, procurando que no crujieran los tablones de madera. y
al asomarme vi a Rosa echada boca arriba sobre la cama, con los ojos cerrados. Llevaba puesto el camisón de satén de su madre y por el olor que salía de la habitación supe que había fumado; tenía su mano derecha hendida en la entrepierna, y el satén del camisón marcaba la curva de sus muslos, que parecían alargados como los de un insecto. Comenzó a mover la cintura rítmicamente, llevada por la marea de su propio placer, hasta abocar a una agitación que acabó en espasmos que la encorvaban. Después se quedó un rato sin moverse, con la palma de la mano izquierda sobre la frente. Al rato se incorporó, con las piernas cruzadas sobre la cama, y bebió a sorbos de una botella de Coca Cola fría que sudaba a la luz de la lámpara de la mesilla de noche.

Aquella imagen me provocó una embriaguez desconocida que me hizo tragar saliva; y sentir la rebelión de mi incipiente hombría creciéndome bajo la bragueta, junto a la urgencia animal por mitigarla. Sólo después comprendí que aquella fue mi primera excitación sexual frente a una mujer.
Desde ese día aquello se convirtió en una costumbre que se enraizó como la mala hierba. Yo la espiaba mientras se masturbaba y luego salía corriendo a masturbarme yo.

Tenía quince años cuando me llamó por primera vez. Abrió los ojos y me llamó a su lado, con la mano, como si yo fuera un camarero. -Ven, -me dijo, sin circunloquios, sin darme explicaciones ni pedirlas-.
Tuve la impresión de que siempre había sabido que yo era el testigo de su sexo solitario. Así que fui hasta ella con la sensación de caer en una trampa, y me tumbé en la cama, entre dócil y excitado. Sentí el mismo olor untuoso de piel perfumada que había en mi madrastra, pero me excitó más el sabor mezclado con nicotina de su saliva y la textura contráctil de su lengua.
No me atreví a penetrarla hasta varias semanas más tarde, en su cuarto.

Rosa nunca ha logrado quedarse embarazada, sé que no es fértil. Se casó una vez y ha vivido con otros hombres después de su divorcio, y mientras está con otro hombre no me busca. Pero sus relaciones son siempre breves y traumáticas. Al final, soy su tabla de salvación y se aferra a mí sin preguntarme si quiero volver a la rutina que me marcan sus fracasos.
Así que siempre terminamos acostándonos otra vez, hasta que el peso de la culpa nos hace buscar una salida y volvemos a pelearnos por razones absurdas. Alguna vez le dije que no volviera, pero ella se abraza a mí y llora.
Y cuando creo que esta vez se va a quedar, cuando finalmente creo que podemos encauzar nuestras vidas asumiendo que somos una pareja, ella se inventa una excusa. Sé que en esos casos hay otro hombre esperándola, y sé que lo hace para alejarse de mí.

Hoy me pidió que le diera un hijo, que fuéramos juntos a una clínica de fertilización. Cuando le dije que no, que nuestros padres no lo aceptarían, se ha marchado.
Juró que no volvería, pero estoy seguro de que volverá para pedirme de nuevo que vayamos a la clínica. Y yo aceptaré.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Antonio Vega


Gracias Antonio Vega por la poesía de tus canciones y por tu guitarra. Nos veremos en el recreo."Donde nos llevó la imaginación, donde con los ojos cerrados se divisan infinitos campos" El sitio de mi recreo Antonio Vega
Antonia Molinero

domingo, 12 de abril de 2009

ECLOSIÓN (presentado en certamen "viviencias" Ed. Oriola)

Salvaje orquídea gigante... Luminosa corola de amarillos rabiosos y rojo de sangre... Violentos pétalos de humo negro que oscurecen paisaje y sentidos engullendo destellos de una herida recién abierta.
Sordo estampido que, desde el suelo alejado, agolpa toda la intensidad de calor doliente en mi entrecejo ante la incredulidad de una estampa onírica...
Pero no es un mal sueño... Lo sabría... Podría, si lo fuera, despertarme cuando ya no soportara mi desazón de boca seca y respiración cortada... La escena, quizá alguna vez imaginada, se graba con la profusión de pequeños detalles que escaparían a la limitada percepción de una pesadilla.
El accidente es real... sin paliativos...
A mi amigo se le quebraron las alas cuando el Destino, en cruel sentencia, le escribió la palabra "muerte", en el punto justo y segundo exacto... para enmarcarlo con los elegidos...

miércoles, 1 de abril de 2009

RULETA RUSA

Cerré la puerta despacio sin hacer ruido, colgado de una breve maleta vacía de bienes gananciales. Detrás dejaba, de espalda y olvidándolo a fuego lento, un suplicio de varios años.
Acorralado entre el precipicio abierto a mis pies y la oscura mazmorra al otro lado del callado portazo, di los primeros pasos de superviviente ante un itinerario nuevo de cabeza baja y pies arrastrados...
Recién jubilado, seguía vivo. Vivo y dolorido. Perplejo por el diseño de mi destrucción, calculada con la perversidad de que el tiempo jugase conmigo a rematarme disparando yo el arma.
¡Pobres niños!... Una jueza había decidido que se quedaran con aquella madre y que yo siguiera pagando...
Y en la oquedad de mi maltrecho cerebro, resonando insistente, como letanía susurrada, la letra de una copla de amargura y desamores:
"...nunca sabrá un hombre lo que gana
cuando pierde a una mujer como tú... "
Yo sí supe cuánto gané tras haberlo perdido todo... Mis hijos... Por ellos no me apreté el gatillo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

EL ORIGEN DE UN CUENTO


En las playas del Índico es frecuente encontrarse con unas caracolas curiosas de forma cónica.
Siempre me atrejeron sus trazos oscuros, que forman líneas a modo de escritura. Me recordaban el lenguaje binario de los ordenadores, y me intrigaban, como si en realidad tuvieran un mensaje oculto.
Tuve varias en el apartamento en el que viví en Mombasa, junto a los libros, y siempre supe que algún día escribiría algo sobre ellas.

Pasaron doce años de aquello. Y casualmente, gracias a Internet, me encontré con el nombre científico de las caracolas: "Conus Litteratus" ¡Conos literatos! El nombre les había sido adjudicado por el propio Linneo.
El científico sueco no habría podido ponerles un nombre más apropiado. Era el dato que me faltaba para escribir el cuento.

Está verde como los plátanos verdes, pero quería compartirlo.

También he puesto a pie de cuento el significado de algunos términos del judaísmo que no son explicados en el texto.

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LA PROFECIA DE GABRIEL


Gabriel acaba de cumplir siete años y no sabe leer el hebreo.

Los caracteres Rashi* de las notas comerciales de su abuelo son tan misteriosos como los de los libros que lee al revés. El alfabeto hebreo le recuerda a Gabriel las pisadas tempranas que las gaviotas dejan en la arena de la playa.

Sobre la estantería reservada a los libros sagrados, el abuelo ha colocado siete caracolas marinas. No es un capricho estético, sino la curiosa forma en que intenta resolver la escasa retentiva y el nulo interés por la lengua litúrgica que parece tener Gabriel.

Sin saber leer hebreo no podrá realizar el Bar Mitzva; y no podrá contarse como adulto para el Minyan, el quorum requerido para los rezos; y será tan inútil los días de Pascua como un mudo intentado avisar de un incendio.

El abuelo es firme en su decisión. Y aunque no lo dice en voz alta, su hija alaba la idea de hacer de su pequeño un buen judío. Pero la idea de colocar esas caracolas marinas en la estantería le parece un tanto extravagante.

-¿Qué son, nono?

Gabriel ha reparado en las caracolas. Son cónicas, blanquecinas y brillantes. Tienen pequeñas rayas y puntos paralelos alineados alrededor, como si estuvieran escritas en una lengua extraña.

Y lo están. Conus litteratus es su nombre científico. El mismo Linneo las bautizó así.

-Se llaman Conos literatos, porque cuentan cuentos. ¿Cuentos? Sí, cuentos sobre el mar y las profundidades. Sobre los peces secretos que nadie puede ver; y describen la oscuridad con muchísimas palabras. Han visto muchas cosas, incluso a la ballena que se tragó a Jonás. Fíjate, llevan escrito todas las cosas que han visto, usan la tinta de los pulpos. ¿Ves? Son todas parecidas, pero cada una cuenta una historia distinta.

A Gabriel se le abren los ojos, iluminados por una repentina curiosidad.

-¿Puedo jugar con ellas?

-No, no puedes. Es como los libros, tienes que aprender a leerlas antes. ¿Ves la Vav aquí? Y esta de aquí es Khaf y esta otra, Yod.

-Ahora vamos a devolverlas a su sitio.

Y las vuelve a colocar en lo alto. Siete conos como siete rollos intocables de la Torah.

Esa noche Gabriel sueña con Jonás. Y con la ballena. Siente el frío y la humedad en el vientre oscuro de la bestia Leviatán, que se los ha tragado a los dos tras caer de un barco en medio de una tormenta.

-¿Tú tampoco sabes leer hebreo? -Le pregunta a Jonás-. Jonás dice que sí, asintiendo con la cabeza. Su rostro es pálido y triste, como el nono el día en que murió la nona. Jonás no dice nada, solo mira a Gabriel, con los ojos llorosos; luego le extiende la palma de la mano y hace dos trazos imaginarios con su dedo índice. Y entonces Gabriel abre los ojos a la luz del día.

Amanece orinado hasta el cuello. Hacía meses que no pasaba.

El padre monta en cólera al descubrir la cama empapada. Hace que se desnude y lleve las sábanas hasta el lavadero del patio, como castigo. Empieza a discutir con la mujer, ha intuido que algo se cuece entre ella y su padre. Algo que tiene relación con el niño.

¡Eso es! Quieren hacerlo aprender a rezar, como si los rezos fueran a salvarle la vida. Como no se la salvaron a sus abuelos, ni a los hermanos de sus abuelos. A nadie, excepto a su padre, con trece años, que se escondió entre los cerdos de un vecino cristiano.

-En Bilgoraj* todos los judíos murieron asesinados. ¿No ves que es una pérdida de tiempo?

No es la primera vez que Gabriel escucha esta historia, pero es la primera vez que la oye a gritos, mientras él está desnudo, con las sábanas oliendo a orín a sus pies. Se siente diminuto y triste, como Jonás en el vientre de la ballena. O como los niños de los campos de concentración en aquel libro que su madre escondió tras sorprenderle hojeándolo en la cama.

Su madre hace un gesto desafiante con la mano, apretando los labios y con los ojos encendidos de ira. El padre comprende que ha ido demasiado lejos, y que es mejor callarse. Callarse y no discutir más el asunto.

Ella corre a cubrirlo con una sábana limpia y se lo lleva en brazos. Lo baña con agua tibia, le pone ropa limpia y le ata los cordones de los zapatos. Después le prepara el desayuno.

El abuelo sale de su habitación al oír cerrarse la puerta de la casa. Se sienta a la mesa y le sonríe a Gabriel. Gabriel le mira, también sonriente, luego moja en la leche su dedo índice y escribe dos trazos sobre la mesa:

ו כ

-Esta es Kaf, y esta Vav. Me las enseñó Jonás, anoche, dentro de la ballena.

Al abuelo le resbala una lágrima. Al contrario que con los trazos de las caracolas, es capaz de descifrar la profecía oculta en el sueño de Gabriel.

Ambas letras suman 26, el valor numérico del nombre del creador; y 2 más 6 suman ocho, que es la edad a la que Gabriel habrá aprendido a leer hebreo con su abuelo, en secreto, para sorpresa de todos. Y En la noche del Seder, la cena de la pascua judía, Gabriel iniciará la lectura preceptiva de la Hagadá* desde la frase "Eramos esclavos en la tierra de Egipto..." en perfecto hebreo, sin vacilaciones.

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Rashi: Los sefardíes solían escribir el judeoespañol en 'caracteres Rashi', como se conoce un estilo peculiar del alfabeto hebreo desarrollado por el sabio francés rabi Shlomo Itzjaki del siglo XI, más conocido por su acrónimo Rashi.

Bar Mitzva: Se llama así al niño que a los trece años alcanza su mayoría de edad religiosa. Para marcar este momento decisivo en la vida de un niño judío, es convocado a la lectura de la Torá para recitar las bendiciones. Dicha lectura es obligatoriamente en Hebreo.

Bilgoraj: Pequeña ciudad en el sudeste de Polonia. Durante la segunda guerra mundial todos los judíos de esta población fueron asesinados.

Hagadá: Relato que contiene las lecturas prescriptas para la ceremonia del seder, narrando el exilio de los judíos de Egipto y explicando las distintas partes del ritual.



domingo, 15 de marzo de 2009

Y SE INVENTÓ EL BOLÍGRAFO...

¡Ínclita Dª Matilde!... Maestra pretigiosa... provecta solterona... oscura paquidermia propensa a la ira... rictus de amargura enmarcado en macilenta carrillera colgante que impedía cualquier atisbo de sonrisa... voz rugiente y aterradora... Y los castigos corporales... tortura cotidiana con aquella infame excusa de "la letra con sangre entra".
A mi Padre le habían traído de París un artilugio sorprendente. No era lápiz ni pluma, pero escribía con un trazo perfecto. Creo recordar que me dijo que se llamaba bolígrafo, o algo así...
Lo había encargado como regalo de mi cumpleaños el día que cumplía los ocho. Me sentía orgullosísimo de mi valiosa posesión y estaba ansioso por exhibirla al día siguiente en el colegio. La utilizaría para sustituír a la plumilla del 5 en el copiado de redondilla...
Apenas lo mostré, la represión fue terrible. Dª Matilde delegó el castigo en su sicaria favorita, la Srta. Pilarín... La salvaje paliza con palmeta de madera, ejecutada en la clase de las niñas para mayor humillación, acabó con mi poco aprecio por los recuerdos de la infancia...