de repente te conviertes, se te convierte
tu cuerpo, tu ser, tus sentidos en
una lente grande, un ojo inmenso, ojo-cámara gigantesco
flotando unos metros por encima del suelo en el aire, sube y baja en ritmo del aire madrugador, intenta perder los sentimientos en el camino
una isla, un hueco!
que no consuela, que no da casa a sus muertos, ¡no!, forma parte de la muerte:
bloques de viviendas en miniatura, grises, uno por encima y al lado de otro,
¡cajones prácticos!
sin paz eterna – entonces, no la hay en este mundo -
sin sitio para ritos, consuelos,
sin lugar de luto tranquilizador, suave y pesado, bálsamo del alma.
Eficaces somos: para que la Paz?
El Alma se ha desprendido (eso espero desde luego), despedido de
lo terrenal que ha quedado sin alas, sin ligereza. restado, solo, expuesto
a la frialdad, la descomposición – las manos, amedrentadas, perplejas
ante lo sucedido, cruzadas con cuidado cristiano en su momento, ahora aferradas alámbricamente una a otra, juntas y solas, aferradas a La Vida, después a La Muerte, y ahora – se agarrarán a las Llamas?