miércoles, 18 de marzo de 2009

EL ORIGEN DE UN CUENTO


En las playas del Índico es frecuente encontrarse con unas caracolas curiosas de forma cónica.
Siempre me atrejeron sus trazos oscuros, que forman líneas a modo de escritura. Me recordaban el lenguaje binario de los ordenadores, y me intrigaban, como si en realidad tuvieran un mensaje oculto.
Tuve varias en el apartamento en el que viví en Mombasa, junto a los libros, y siempre supe que algún día escribiría algo sobre ellas.

Pasaron doce años de aquello. Y casualmente, gracias a Internet, me encontré con el nombre científico de las caracolas: "Conus Litteratus" ¡Conos literatos! El nombre les había sido adjudicado por el propio Linneo.
El científico sueco no habría podido ponerles un nombre más apropiado. Era el dato que me faltaba para escribir el cuento.

Está verde como los plátanos verdes, pero quería compartirlo.

También he puesto a pie de cuento el significado de algunos términos del judaísmo que no son explicados en el texto.

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LA PROFECIA DE GABRIEL


Gabriel acaba de cumplir siete años y no sabe leer el hebreo.

Los caracteres Rashi* de las notas comerciales de su abuelo son tan misteriosos como los de los libros que lee al revés. El alfabeto hebreo le recuerda a Gabriel las pisadas tempranas que las gaviotas dejan en la arena de la playa.

Sobre la estantería reservada a los libros sagrados, el abuelo ha colocado siete caracolas marinas. No es un capricho estético, sino la curiosa forma en que intenta resolver la escasa retentiva y el nulo interés por la lengua litúrgica que parece tener Gabriel.

Sin saber leer hebreo no podrá realizar el Bar Mitzva; y no podrá contarse como adulto para el Minyan, el quorum requerido para los rezos; y será tan inútil los días de Pascua como un mudo intentado avisar de un incendio.

El abuelo es firme en su decisión. Y aunque no lo dice en voz alta, su hija alaba la idea de hacer de su pequeño un buen judío. Pero la idea de colocar esas caracolas marinas en la estantería le parece un tanto extravagante.

-¿Qué son, nono?

Gabriel ha reparado en las caracolas. Son cónicas, blanquecinas y brillantes. Tienen pequeñas rayas y puntos paralelos alineados alrededor, como si estuvieran escritas en una lengua extraña.

Y lo están. Conus litteratus es su nombre científico. El mismo Linneo las bautizó así.

-Se llaman Conos literatos, porque cuentan cuentos. ¿Cuentos? Sí, cuentos sobre el mar y las profundidades. Sobre los peces secretos que nadie puede ver; y describen la oscuridad con muchísimas palabras. Han visto muchas cosas, incluso a la ballena que se tragó a Jonás. Fíjate, llevan escrito todas las cosas que han visto, usan la tinta de los pulpos. ¿Ves? Son todas parecidas, pero cada una cuenta una historia distinta.

A Gabriel se le abren los ojos, iluminados por una repentina curiosidad.

-¿Puedo jugar con ellas?

-No, no puedes. Es como los libros, tienes que aprender a leerlas antes. ¿Ves la Vav aquí? Y esta de aquí es Khaf y esta otra, Yod.

-Ahora vamos a devolverlas a su sitio.

Y las vuelve a colocar en lo alto. Siete conos como siete rollos intocables de la Torah.

Esa noche Gabriel sueña con Jonás. Y con la ballena. Siente el frío y la humedad en el vientre oscuro de la bestia Leviatán, que se los ha tragado a los dos tras caer de un barco en medio de una tormenta.

-¿Tú tampoco sabes leer hebreo? -Le pregunta a Jonás-. Jonás dice que sí, asintiendo con la cabeza. Su rostro es pálido y triste, como el nono el día en que murió la nona. Jonás no dice nada, solo mira a Gabriel, con los ojos llorosos; luego le extiende la palma de la mano y hace dos trazos imaginarios con su dedo índice. Y entonces Gabriel abre los ojos a la luz del día.

Amanece orinado hasta el cuello. Hacía meses que no pasaba.

El padre monta en cólera al descubrir la cama empapada. Hace que se desnude y lleve las sábanas hasta el lavadero del patio, como castigo. Empieza a discutir con la mujer, ha intuido que algo se cuece entre ella y su padre. Algo que tiene relación con el niño.

¡Eso es! Quieren hacerlo aprender a rezar, como si los rezos fueran a salvarle la vida. Como no se la salvaron a sus abuelos, ni a los hermanos de sus abuelos. A nadie, excepto a su padre, con trece años, que se escondió entre los cerdos de un vecino cristiano.

-En Bilgoraj* todos los judíos murieron asesinados. ¿No ves que es una pérdida de tiempo?

No es la primera vez que Gabriel escucha esta historia, pero es la primera vez que la oye a gritos, mientras él está desnudo, con las sábanas oliendo a orín a sus pies. Se siente diminuto y triste, como Jonás en el vientre de la ballena. O como los niños de los campos de concentración en aquel libro que su madre escondió tras sorprenderle hojeándolo en la cama.

Su madre hace un gesto desafiante con la mano, apretando los labios y con los ojos encendidos de ira. El padre comprende que ha ido demasiado lejos, y que es mejor callarse. Callarse y no discutir más el asunto.

Ella corre a cubrirlo con una sábana limpia y se lo lleva en brazos. Lo baña con agua tibia, le pone ropa limpia y le ata los cordones de los zapatos. Después le prepara el desayuno.

El abuelo sale de su habitación al oír cerrarse la puerta de la casa. Se sienta a la mesa y le sonríe a Gabriel. Gabriel le mira, también sonriente, luego moja en la leche su dedo índice y escribe dos trazos sobre la mesa:

ו כ

-Esta es Kaf, y esta Vav. Me las enseñó Jonás, anoche, dentro de la ballena.

Al abuelo le resbala una lágrima. Al contrario que con los trazos de las caracolas, es capaz de descifrar la profecía oculta en el sueño de Gabriel.

Ambas letras suman 26, el valor numérico del nombre del creador; y 2 más 6 suman ocho, que es la edad a la que Gabriel habrá aprendido a leer hebreo con su abuelo, en secreto, para sorpresa de todos. Y En la noche del Seder, la cena de la pascua judía, Gabriel iniciará la lectura preceptiva de la Hagadá* desde la frase "Eramos esclavos en la tierra de Egipto..." en perfecto hebreo, sin vacilaciones.

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Rashi: Los sefardíes solían escribir el judeoespañol en 'caracteres Rashi', como se conoce un estilo peculiar del alfabeto hebreo desarrollado por el sabio francés rabi Shlomo Itzjaki del siglo XI, más conocido por su acrónimo Rashi.

Bar Mitzva: Se llama así al niño que a los trece años alcanza su mayoría de edad religiosa. Para marcar este momento decisivo en la vida de un niño judío, es convocado a la lectura de la Torá para recitar las bendiciones. Dicha lectura es obligatoriamente en Hebreo.

Bilgoraj: Pequeña ciudad en el sudeste de Polonia. Durante la segunda guerra mundial todos los judíos de esta población fueron asesinados.

Hagadá: Relato que contiene las lecturas prescriptas para la ceremonia del seder, narrando el exilio de los judíos de Egipto y explicando las distintas partes del ritual.



domingo, 15 de marzo de 2009

Y SE INVENTÓ EL BOLÍGRAFO...

¡Ínclita Dª Matilde!... Maestra pretigiosa... provecta solterona... oscura paquidermia propensa a la ira... rictus de amargura enmarcado en macilenta carrillera colgante que impedía cualquier atisbo de sonrisa... voz rugiente y aterradora... Y los castigos corporales... tortura cotidiana con aquella infame excusa de "la letra con sangre entra".
A mi Padre le habían traído de París un artilugio sorprendente. No era lápiz ni pluma, pero escribía con un trazo perfecto. Creo recordar que me dijo que se llamaba bolígrafo, o algo así...
Lo había encargado como regalo de mi cumpleaños el día que cumplía los ocho. Me sentía orgullosísimo de mi valiosa posesión y estaba ansioso por exhibirla al día siguiente en el colegio. La utilizaría para sustituír a la plumilla del 5 en el copiado de redondilla...
Apenas lo mostré, la represión fue terrible. Dª Matilde delegó el castigo en su sicaria favorita, la Srta. Pilarín... La salvaje paliza con palmeta de madera, ejecutada en la clase de las niñas para mayor humillación, acabó con mi poco aprecio por los recuerdos de la infancia...