martes, 21 de diciembre de 2010

El blog de La Escuela ya no está aquí

La Escuela Canaria de Creación Literaria alberga el blog dentro de su propia web. Visitalo aquí: http://www.escuelaliteraria.com/index.php/blog

lunes, 12 de julio de 2010



Obama y Medvédev, sentados a una mesa para dos de un restaurante de comida rápida, le hincan el diente a una hamburguesa. Sobre la mesa, los pertinentes refrescos y condimentos, amén de un rollo de papel de cocina que ayudará a disimular cualquier churrete que amenace camisas de tal presidencial blancura.



A su lado, dos traductores prestan atención a la escena, con gestos y posturas semejantes a los alumnos de la Lección de Anatomía, de Rembrandt. Les rodea un público aparentemente ajeno a lo que sucede, no sabemos si clientes habituales, figurantes, agentes del servicio secreto o un poco de todo. "Qué bien, qué campechanos", fue mi primer pensamiento. Sin embargo, este no duró mucho ya que casi al instante noté un ligero desasosiego.



Me vinieron a la memoria recuerdos infantiles de la tensión informativa que creaban las cumbres entre Reagan y Gorbachov, en las que el solo hecho de comparecer juntos en una rueda de prensa, darse la mano o sonreír ante cualquier chascarrillo era interpretado por los analistas políticos como un síntoma de armonía y buenas relaciones.



Entonces, comparando estos recuerdos con la imagen actual, me he sentido, a mis 36 años, tremendamente viejo. Será porque me produce vértigo el cambio del mundo en 25 años sin suavizarlo con la graduación de los años. Será porque pienso que la foto actual, que sin duda no tendrá nada de improvisada, me parece de una banalización forzada. Será porque considero que las cosas importantes, además de serlo, tienen que parecerlo. Qué sé yo. Ya digo. Un completo cascarrabias.



Guillermo Padilla Alonso. El País

Hilo de tiempo y aguja de viento

Hilo de tiempo y aguja de viento

Celia Domínguez Gimbernat- alumna del curso Avanzado de Jóvenes Escritores 2010

Texto inspirado en estas fotografías de la Exposición Agua Seca de Miguel Ángel Roldán

Quizás hace tiempo esto fuera algo. Solo quizás.

Puede que incluso fuera un lugar alegre. Aunque cuesta imaginarlo. Miras por la ventana y ves redes. Arboles entrelazados que se abrazan entre sí. Arboles ya cubiertos por el tiempo y el frio.

Y miras dentro y no ves nada alegre. Quizás lo fuera en algún momento. Por ahí hubieran pasado personas. ¡Cuántas conversaciones interesantes o aburridas se pudieron tener en aquella cocina! ¿Tal vez una situación de furia o de pasión? ¡O incluso las dos cosas!

Pero un día, de repente, no hubo más gente, y se llevaron sus conversaciones.

Cerró el local el húmedo tiempo y sus amigos los años.

Si nadie lo impide en poco tiempo quedaran solo arboles sobre algunos ladrillos y piedras que, juntas, tal vez significaron algo para alguien en algún momento.

El viento y la lluvia cumplen con su causa.

Disfrazan de verde a esas encimeras, esas mesas y baldosas.

¿Coserá alguien estos ladrillos que ahora separa y rompe el viento?

Por una vez, ¡rara vez! Naturaleza y destrucción humana se unen y forman algo hermoso.

Mini Taller Sala de Letras

A continuación os dejamos los textos realizados por los miembros del taller de blog de la Unidad Externa de Salud Mental, creados durante el Mini Taller Sala de Letras, impartido por Antonia Molinero, el pasado 14 de junio.

Aquí empieza mi historia. El cosquilleo

Estaba en las rocas de un acantilado cogiendo el sol echado sobre las rocas sintiendo el calor no sólo el del sol que te da de frente sino el calor que desprende las rocas que han absorbido ese calor que ahora estoy sintiendo absorbiéndose sobre mi cuerpo, te penetraba sobre la epidermis y se iba perdiendo poco a poco dentro de ti. Luego desaparecía y volvía otra vez a la piel para fundirse de nuevo en mi interior, a continuación sentía lo bueno que sería sentir el agua fresca en mi cuerpo después de haber sentido ese calor en él pues me subía a la roca más alta de todas y me tiraba de cabeza, sentía como el agua fresca, en el momento en que el cuerpo chocaba con el agua, poco a poco refrigeraba mi cuerpo entero, de la cabeza a los pies, un cosquilleo. Sólo faltaba el pequeño humo saliendo de mi cuerpo y uniéndose al aire, con un pequeño resquicio de los vientos alisios soplando como una pequeña brisa, que agradaba el perfecto momento que estaba pasando.

Aquí empieza mi historia. La incertidumbre

Un frío cortante, cuerpo helado con mi metro diez de estatura, cinco años aproximadamente; sí había llegado a Madrid. Sensación un poco extraña debido a que jamás había salido de Tenerife, gracias a mi madre que como de un lazarillo se tratara a día de hoy se lo agradezco en el alma. Ella me ayudó a guiarme de aquí lo del lazarillo, no se por qué me reitero tanto pero me hace sentir bien. La llegada a Madrid tiene un sentido, estaba enfermo con diagnóstico de poliposis intestinal, la confianza en el HUC se perdió al no dar los especialistas con mi patología. Mi madre, Goya toma la decisión o alternativa de cambiar de aires y probar con un poco de suerte y fortuna. De manera que mi salvación pasó por las manos de varios médicos y afortunadamente a día de hoy estoy bien de salud aunque con un leve contratiempo cuyo nombre es: trastorno psicótico.

Jairo Hernández Pérez

Aquí empieza mi historia. No fue en verano

Llegaba el inverno, yo no había descubierto la sensación que aquella chica me trasmitía. En el transcurso de mi existencia tuve el apego con otras chicas que con aquella, pero la sensación era diferente, sólo tenía catorce años, estaba empezando a despertar en este terreno. Me cambió, me quitó de la mente todo el sufrimiento que había sido mi infancia, estaba preparando mi examen de ingreso en el conservatorio de música y soñaba con que me haría un gran compositor y aquella chica y yo íbamos a revolucionar el grupo musical al que pertenecíamos, y todo iba a ser valorado por los expertos críticos como un revelación. Fue muy corto el periodo de sueños. Cuando todo aquello terminó porque le ví con otro chico, volví a sentirme hundido, tenía apatía y desgana, poco a poco empecé a vivir la etapa más amarga de mi vida, cuando me dieron los resultados positivos de mi examen en el conservatorio empezó otra etapa en la cual aquella visión que tenía, me di cuenta que era una ficción, me empecé a mezclar con auténticos profesionales y caí en una realidad que me trasmitía que con el esfuerzo podía conseguir estar en aquel sueño que viví, con o sin esa persona, solo o no.

De mi primera relación amorosa aprendí que la pasión loca te hace soñar y en esta vida que vivimos los sueños son para los niños, más que ello tenemos que ponernos metas a corto o largo plazo que en un mundo real será lo que nos haga superarnos y en los momentos de descanso podemos soñar. Pero fue un bonito sueño.

Juan Adolfo Cruz Delgado

El sortilegio de la Locura

Ella estaba asustadísima. Estaba en el instituto pensando ¡¿pero qué es eso?!. Voy por la calle y también las oigo ¿irán saltando por los edificios? pensaba, por el puente Zurita de camino a clase.¿Son espíritus? como los que ví con once años, un rayo eléctrico que salió del techo, o como lo que ví en el espejo a los 16, una mujer deformada en el espejo. Al final me puse nerviosa, de mi habitación al cuarto de mi madre se oyeron cientos de gritos en mi cabeza diciendo ¿no sabe lo que le queremos hacer?, ¿cuál de ellas quieres?, refiriéndose a mis hermanas. Muy intranquila se lo conté a mi madre. Alguien se metió a hacer telepatía en casa. De ese momento hasta hoy, han pasado 20 años.

Carmen Rosa González Amador

Mis padres

Aquí empieza mi historia. Soy una niña en la playa que está jugando con sus padres en el agua. Estoy jugando con mi flotador. Me estaba divirtiendo, un rojo y gordito. Era una playa con piedra y el agua jugaba con el cubito del agua. Es una playa que está en Tabaiba Roja, se llega por un túnel en el que hay graffitis con colores, palabras y al salir hay yates que me gustan mucho pero lo que más me gustaba eran mi padres porque me querían mucho y yo a ellos también.

Carolina

miércoles, 5 de mayo de 2010

EN LA CONSULTA DEL "ESCRITOLOGO"

-Entonces, ¿desde cuándo dice que se viene notando esos síntomas?
-Exactamenteee...no lo sé, pero creo que todo empezó a partir de la clase de "la subjetividad"- le respondí.

Era mi primera visita. Afanoso rellenaba la ficha, curiosamente, con letra de molde: Ningún padecimento importante. ¿Alérgico a algo?. Bueno la poesía no me gusta. Pero no, no, no me sale salpullido si la leo; simplemente, no me gusta. "Eso no es una alergía", y escribió una nota breve, diminuta, una hilera de hormigas. Con un tío-abuelo que escribía una columna los domingos en un periódico provincial, y con el que nunca tuve oportunidad de hablar, zanjó rápido con una raya horizontal Los antecedentes familiares.

-A ver si le he entendido-. Sus ojos se asoman por el armazón de las "gafas de cerca" sostenidas estratégicamente por el tabique nasal. -Está haciendo un curso de creación literaria y hace aproximadamente dos meses siente usted una..., digamos, carencia de ideas que le dificultan realizar los ejercicios de escritura que le requieren semanalmente. Y eso ocurre más o menos a partir del tema de "la subjetividad".

-Sí, así es.

-Bueno. En principio no parece algo grave. Incluso le diría que es algo que suele pasar. Vamos a ver, le voy a dar una bibliografía básica de técnicas narrativas-; y saca del cajón "una dieta de títulos fotocopiada". Me acomodo relajado en el asiento. Parece que no es una extraña enfermedad de esas que no investigan por no ser rentable.

-No le gusta la poesía, pero si quiere notar mejoría; hay que leer poesía, ¿eh?. Piense en algún poema que le resulte agradable, que le relaje...

-Ummm,..."La dulce queja"

-"La dulce queja", "la dulce queja"-, rebusca por orden alfabético en un tocho de tapas rojas el título. Me sorprende que no conozca al autor, pero prefiero callar.

-¡Ajá! aquí está, de Federico García Lorca. Bueno- y garabatea, ésta vez con letra de médico la receta: -La bibliografía básica dos o tres veces a la semana. Y la dulce queja a demanda. El soneto lo puede leer cuantas veces quiera. Pero no me lea de momento "poeta en Nueva York", ¿eh? Y con ésto y un bizcocho...

-Verá, es que...

Sus ojos de nuevo se asoman por la montura de la gafas y se clavan en los míos.

-¿Hay algo más?

-Verá..-quizás no lo deba decir, pensé-. En, en,...en la clase de creación literaria me siento en primera fila...

-¿Y?

-Y...en..., enfrente hay una pared.

-Ajá, ¿y?.

-Una pared...una pared blanca.

-Sssiii.

-Bueno al principio era blanca. Y yo la miro, la miro mucho cuando busco ideas, ¿me entiende?

-Siga, siga- se quita las gafas, las sostiene por la patilla. Sus ojos se esparcen en busca de los míos, que se entretienen en explorar la orla clavada en la pared, rebuscando a los que me persiguen. Difícil de reconocerlos entre una treintena de noveles miradas.

-La pared es blanca, usted la mira mucho, ¿y?

-Y ya no es blanca, ¿me entiende? Es amarilla. Cada vez más. Y ya no es plana, se hicha...

-Estamos hablando de ¿una humedad?, no es así.

-Si, bueno..Yo me marchito y ella se crece. Yo me vuelvo desabrido, inexpresivo, simple; y ella, ella se hincha. Ni una gastada y petrificada metáfora me viene a la cabeza. Yo me seco, ella se empapa, ¿me entiende? -Bajo el tono de la voz, me acerco y le susurro- Es como un parásito, como una,...sanguijuela.

-Vamos a ver, -se coloca las gafas. A través del cristal sus ojos se agigantan y los míos se acobardan-. De momento, dejamos ésto, -guarda la bibliografía en el cajón-. Se lee sólo el soneto cuando tenga ganas. Mucho descanso. Y me pide cita para dentro de quince días porque quiero volver a verle. Quizás tenga que remitirle al "escriquiatra"

Se levanta me estrecha la mano.

-Y no se asuste hombre. ¡Si usted supiera la cantidad de Premios Planeta y hasta Nobels que han necesita ayuda "escriquiatrica" se sorprendería!

jueves, 25 de febrero de 2010

REBELION EN EL TECLADO

Delante de la pantalla de mi ordenador y con la ayuda del buscador confirmé que había un programa en la radio donde se convocaba un concurso de relato breve y leerían los tres mejores. Me sentí nerviosa y contenta, las manos me sudaban. Me afané con rapidez en buscar el tema propuesto y lei: "Estoy enfadado".
Al leerlo noté una especie de alteración que afectaba a mi sistema respiratorio y mis glándulas sudoríparas se activaron de nuevo; pero ahora no eran ni nervios ni alegría lo que sentía.
Abrí una hoja en Word y comencé a escribir mi relato. Me acompañaba esa sensación; que no era extraña, pero provocaba en mi siempre la necesidad de desahogo. No teniendo a nadie cerca a quien comentar mi malestar, comencé a golpear el teclado. De repente, "la coma" (,), me chilló.
-¡Nosotros no tenemos la culpa!
Aturdida miré al teclado.
Y fue "la arroba"(@), la que intervino con su voz juvenil:
-Tenían que haberme utilizado a mi. Y nos hubieramos ahorrado éste desasosiego que nos acompaña a todo ahora. Se leería así: "Estoy enfadad@".
-¿Pero qué dices?- le espetó "la barra invertida hacia la izquieda" (/). Para eso estoy yo, para los conceptos alternativos; trabajo muy bien en grupo con mis compañeras la "a" y la "o". Yo soy más elegante que tú. Tú eres cosa de quinceañeros. Tenían que haber escrito ésto: "Estoy enfadado/a".
La "a" y la "o", dándose por aludidas en éste asunto empezaron a escupir sus opiniones. Y el teclado numérico empezó a protestar por el ruido.
Yo desconcertada y ante tal rebelión decidí abandonar mi relato.
No estoy enfadado. Estoy enfadada.