miércoles, 5 de mayo de 2010

EN LA CONSULTA DEL "ESCRITOLOGO"

-Entonces, ¿desde cuándo dice que se viene notando esos síntomas?
-Exactamenteee...no lo sé, pero creo que todo empezó a partir de la clase de "la subjetividad"- le respondí.

Era mi primera visita. Afanoso rellenaba la ficha, curiosamente, con letra de molde: Ningún padecimento importante. ¿Alérgico a algo?. Bueno la poesía no me gusta. Pero no, no, no me sale salpullido si la leo; simplemente, no me gusta. "Eso no es una alergía", y escribió una nota breve, diminuta, una hilera de hormigas. Con un tío-abuelo que escribía una columna los domingos en un periódico provincial, y con el que nunca tuve oportunidad de hablar, zanjó rápido con una raya horizontal Los antecedentes familiares.

-A ver si le he entendido-. Sus ojos se asoman por el armazón de las "gafas de cerca" sostenidas estratégicamente por el tabique nasal. -Está haciendo un curso de creación literaria y hace aproximadamente dos meses siente usted una..., digamos, carencia de ideas que le dificultan realizar los ejercicios de escritura que le requieren semanalmente. Y eso ocurre más o menos a partir del tema de "la subjetividad".

-Sí, así es.

-Bueno. En principio no parece algo grave. Incluso le diría que es algo que suele pasar. Vamos a ver, le voy a dar una bibliografía básica de técnicas narrativas-; y saca del cajón "una dieta de títulos fotocopiada". Me acomodo relajado en el asiento. Parece que no es una extraña enfermedad de esas que no investigan por no ser rentable.

-No le gusta la poesía, pero si quiere notar mejoría; hay que leer poesía, ¿eh?. Piense en algún poema que le resulte agradable, que le relaje...

-Ummm,..."La dulce queja"

-"La dulce queja", "la dulce queja"-, rebusca por orden alfabético en un tocho de tapas rojas el título. Me sorprende que no conozca al autor, pero prefiero callar.

-¡Ajá! aquí está, de Federico García Lorca. Bueno- y garabatea, ésta vez con letra de médico la receta: -La bibliografía básica dos o tres veces a la semana. Y la dulce queja a demanda. El soneto lo puede leer cuantas veces quiera. Pero no me lea de momento "poeta en Nueva York", ¿eh? Y con ésto y un bizcocho...

-Verá, es que...

Sus ojos de nuevo se asoman por la montura de la gafas y se clavan en los míos.

-¿Hay algo más?

-Verá..-quizás no lo deba decir, pensé-. En, en,...en la clase de creación literaria me siento en primera fila...

-¿Y?

-Y...en..., enfrente hay una pared.

-Ajá, ¿y?.

-Una pared...una pared blanca.

-Sssiii.

-Bueno al principio era blanca. Y yo la miro, la miro mucho cuando busco ideas, ¿me entiende?

-Siga, siga- se quita las gafas, las sostiene por la patilla. Sus ojos se esparcen en busca de los míos, que se entretienen en explorar la orla clavada en la pared, rebuscando a los que me persiguen. Difícil de reconocerlos entre una treintena de noveles miradas.

-La pared es blanca, usted la mira mucho, ¿y?

-Y ya no es blanca, ¿me entiende? Es amarilla. Cada vez más. Y ya no es plana, se hicha...

-Estamos hablando de ¿una humedad?, no es así.

-Si, bueno..Yo me marchito y ella se crece. Yo me vuelvo desabrido, inexpresivo, simple; y ella, ella se hincha. Ni una gastada y petrificada metáfora me viene a la cabeza. Yo me seco, ella se empapa, ¿me entiende? -Bajo el tono de la voz, me acerco y le susurro- Es como un parásito, como una,...sanguijuela.

-Vamos a ver, -se coloca las gafas. A través del cristal sus ojos se agigantan y los míos se acobardan-. De momento, dejamos ésto, -guarda la bibliografía en el cajón-. Se lee sólo el soneto cuando tenga ganas. Mucho descanso. Y me pide cita para dentro de quince días porque quiero volver a verle. Quizás tenga que remitirle al "escriquiatra"

Se levanta me estrecha la mano.

-Y no se asuste hombre. ¡Si usted supiera la cantidad de Premios Planeta y hasta Nobels que han necesita ayuda "escriquiatrica" se sorprendería!

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