miércoles, 12 de marzo de 2008

Una historia como tantas

He creado una historia que empieza por el final y termina justo cuando comienza. Para leerla hace falta un fósforo apagado y la colaboración de un sordo que escuchando las instrucciones de un mudo sea capaz de marcar el compás con una escuadra y un cartabón. Es una historia divertida, como los funerales de las cucarachas, y la transporta a hombros un escuadrón de hormigas escoltadas por su séquito de risueñas plañideras.
Está escrita sobre una galleta de sésamo en la cueva del chocolate y me la comí por el centro dejando intactos los bordes. La escribí con números esdrújulos y letras decimales, en una escala de cero a nada, por lo que es imprescindible utilizar calculadora. Diría que pesa alrededor de negro metros, pero su engañosa longitud de azul toneladas dificulta la realización de medidas inexactas.

La escribí mañana por la tarde en apenas un millón de litros, en uno de esos siglos libres que tengo algunos mediodías y que suelo malgastar pegando sellos en el techo para enviarme a ninguna parte. Es una historia bonita, aunque tengo la impresión de que se parece demasiado a los libros de instrucciones de neveras, en los que nunca queda claro cómo se ha de programar el video para que se derritan las barritas de madera congelada.
Una historia común al fin y al cabo, en la que no se transgreden laz reglaz orto-jráficaz y se respeta la coherencia de cada mochuelo a su olivo. Pero no pierdo el día de que alguna esperanza logre escribir algo diferente. Sólo es cuestión de dejar de intentarlo.

Celina R.S.

No hay comentarios: