domingo, 16 de noviembre de 2008

Cuando el agua flota

Delirante y maltrecho por la perversidad del desamor... Movimientos despaciosos para disimular la debilidad y no indicar que el diseño de mi destrucción estaba teniendo éxito. La sed infinita en mi lengua tumefacta que apenas cabía entre los dientes crujiendo de rabia.
Sumido en un sueño de fiebre, el instinto me condujo hasta un enorme y herrumbroso grifo bajo un cartel de "no potable". Giré su llave con el temor de que si no se abría, allí se quedaría inerme un agostado yo. Y la separación de mi alma y cuerpo dejaría de ser metáfora... Pero funcionó.. Comenzó a manar un sonoro chorro cuyo color quería no mirar, ni quise saber cómo olía ni a qué sabía. Sólo supe que en el cuenco de mis manos, no demasiado limpias -y sin interés por enjuagarlas-, se iba depositando un valioso argumento de vida.
La ansiedad del primer sorbo desparramó su frescura contaminada en el reseco hueco de mi cabeza, donde se alojaba un cúmulo de sentimientos residuales moteados con dibujos de resentimiento y marcas de amargura.
Placentera la sensación de beber deprisa y que, desde la garganta, se irradiase aquel flujo vivificador hacia los hombros, para descender por los brazos exhaustos hasta el trémulo recipiente formado con mis manos, cuyos dedos iban recuperando el tacto y alguna esperanza recién perdida...
En lugar de encaminarse por el habitual itinerario de vísceras, el agua decidió invadir los músculos como si el riego sanguíneo, agotado por espeso, hubiera tenido a bien ceder sus conductos para que su deteriorada función fuera asumida por otro elemento más sutil. Era gozoso sentir cada poro regado desde dentro en una piel cuarteada por el infortunio.
¿Y si el agua prohibida cumpliera su amenaza venenosa?... Era necesrio afrontar el riesgo con la certidumbre de que la aprensión puede propiciar la enfermedad, de que la voluntad de ignorarla la ahuyenta y de que la fuerza moral protege la salud...
Y así fue... Una vez salvada la vida en el límite del precipicio, hubiera sido absurdo perderla por un detalle menor.
El efecto sanador de aquel sospechoso manantial sirvió, además, para iluminar mi cociencia y limpiarme el espíritu con la liberación de los desperdicios que contaminaban mis sentimientos.
Rencor y desprecio trocáronse en indiferencia y olvido...
El agua fue tabla salvadora...

1 comentario:

candel dijo...

Quiero comentarte lo que habíamos dicho los compañeros en clase.
Ahora,leído tranquilamente en casa
lo comprendo y valoro mejor.
Como tú dices:"es necesario afrontar el riesgo con la certidumbre..." de que escribiendo es el único modo de intentar conseguir lo que queremos(en mi caso,y sin modestia,al menos vislumbrarlo).¡Animo, Bonzo!