viernes, 21 de noviembre de 2008

El llanto de la excavadora

El lenguaje es a menudo demasiado tangencial y personal para ser comprendido al vuelo por los otros. Algo se pierde, algo que se queda en la pura intención. Y el resultado es muchas veces el equívoco o la falta de comprensión, cuando no el rechazo.
Todos tenemos experiencias que nos hacen deformar el verdadero sentido de las palabras, palabras que nos transportan a momentos concretos, para evocarnos de una forma íntima y profunda, hechos que están vedados al resto de los mortales.

Algo así sucede con los olores de la infancia, por ejemplo. Sí, las palabras tienen olor.

Me pasa con los cementerios, que siempre han sido para mí objeto de curiosidad. Una curiosidad carente de morbo, pero igualmente poderosa que me hace meterme en el primer cementerio que vea en cualquier ciudad desconocida.

En Roma encontré un cementerio detrás de una pirámide de antes de Cristo. El cementerio acatólico le llaman. Allí estaban, para mi sorpresa, nada menos que las tumbas de los poetas Schiele y Keats, o la del presunto ejecutor de Rasputín, el príncipe Yusupov, y también la de un, para mí, desconocido, apellidado Goethe, y que resultó ser el hijo del autor de Werther.

Y de entre todas ellas me saltó a la vista un nombre conocido "Cinera Antoni Gramsci".

Alguien que hacía de guía para un grupo de militares destacó que el latín estaba errado, pues debería decir "Cineres".

Sobre quién era Gramsci no voy a hablar aquí, pero "Le ceneri di Gramsci" es un libro de poemas de Pasolini, escrito en los cincuenta, y además uno de mis favoritos. Recordé los versos de un poema central de ese libro, llamado "il pianto della scavatrice" que no necesitan traducción de tan sencillos y cercanos:

Solo l’amare, solo il conoscere
conta, non l’aver amato,
non l’aver conosciuto. Dà angoscia
Il vivere di un consumato
amore. L’anima non cresce più.


Afuera del cementerio había construcciones de los años cincuenta, que sin duda se estaban construyendo el día que Pasolini visitó aquel cementerio para visitar la tumba de Gramsci. Entonces comprendí el significado de aquel título, el llanto de la excavadora, en toda su intención.
Al ver que toda una lucha había quedado en puras cenizas, que todo lo iba devorando aquella excavadora que parecía llorar afuera del cementerio, mientras construía un mundo nuevo y alejado de ideales más puros, Pasolini debió llorar también, sintiendo que su alma no crecía, angustiado por la pérdida.

Aquella tarde me invadió una sensación extraña, que sigo evocando cada vez que escucho la palabra cementerio, una sensación como de haber entendido el lenguaje perdido de los muertos.

2 comentarios:

candel dijo...

Tuve la misma sensación que tú con una enorme casa,señorial y con preciosos jardines, que veía desde mi casa.Estuvo durante años deshabitada y repentinamente,fue primero pasto del fuego,que dejó las enredaderas retorcidas y las copas de los árboles calcinadas,y luego pasó a convertirse en refugio-cueva de un grupo de yonquis.Al salir al exterior, mi primera mirada se dirigía hacia la casa.Siempre una sensación de opresión en el pecho hacía que bajara los ojos para dejar de verla:las ventanas cada día más rotas,algunas descolgadas hasta que se caían por su peso o con la ayuda de los desaprensivos;las paredes ennegrecidas por las hogueras que en todos los rincones del interior,crepitaban por las noches...Hubo un momento en que mirar hacia ella era como observar un cadáver, había perdido toda su belleza exterior y dentro guardaba,seguro que hasta con odio,la jauría malhechora que la estaba convirtiendo en un detritus.
No puedo asegurarlo con certeza pero mi pena ,auténtica ,debía servirle de alivio en algún modo(o así lo sentía yo)
Cuando quedaba ya poco por lo que pudiera reconocerse su encanto anterior,llegaron las máquinas...
Un ruido estridente,con chirridos como arañazos, me hizo salir atropelladamente."¡La casa!"-pensé.El brazo de la excavadora arrancando los muros me dolió como si algo propio,de mi propio cuerpo,se desgajara para siempre.¿Te crees que entré en mi casa pensando en todas aquellas personas que allí habían vivido-ilusiones,penas y trabajos-tratando de mantener y cuidar ,no sólo sus vidas sino también aquel lugar especial que me motivaba?
Lloré por todos y hasta por mí.

bonzo dijo...

Quizá las cenizas de Gramsci no quedaran sólo en ideales muertos.Su aparente radicalismo que, en realidad era voluntad de servicio, creo que sigue vivo, si no en su nombre, sí en la simiente que generó aunque se empeñara en recolectar antes de tiempo.
Tal vez Passolini quisiera mantener vivos los sentimientos que,ciertamente, de poco sirven si el olvido encubre recuerdos amortajados.
Creo que la excavadoras lloran siempre por el trabajo que les encomendó el guionista de Talía