sábado, 29 de noviembre de 2008

Efecto Laguna

¿Por qué, Madre, así te tratamos?...
Dama de oronda y decadente belleza, vestigio de glorias pasadas. Salud tocada por el repaso del tiempo... del tiempo y de sus avatares... De todo cuanto conlleva sobrevivir a la intemperie de las edades que, inmisericordes, desgastan vida y fuerza por influjo de soles y lunas... luces y sombras de los días y las noches...
Ella, la gran señora, rutilante entre estrellas, figura ostentosa del circo universal, está sintiendo su declive. Los indicios de depresión se apoderan de su voluntad de reina absoluta que está dejando de serlo... Se encuentra enferma... débil, decepcionada, su norte declinado y presintiendo una injusta mortaja en la piel lacerada.
Pero... ¿qué le pasa en la piel?... La envejecen cicatrices, manchas cuarteadas, irritación y venas oscuras, en un lienzo macilento que ya no cobija lozanía y vitalidad... ¡Malditos ácaros!... Los hay de varios tonos: blancos, negros, amarillos y cobrizos. Son colonias de violentos parásitos. Ínfimos seres imperceptibles a simple vista, pero terribles por el número. Son más de seis mil millones mal repartidos, por colores y virulencia, que se han instalado dañina y vorazmente en su martirizada piel...
Le provocan la enfermedad cutánea de difícil curación, pues los invasores están fortificados entre los poros e infectan cruelmente la circulación sanguínea y el sistema inmonológico de su maltrecha majestad.
El furioso ataque de los parásitos no tiene explicación lógica. Es muy grave... Aunque el énfasis destructivo lo aplican con prioridad entre ellos mismos -se matan entre sí o dejan que los demás mueran, según los colores-, el veneno de su agresividad destruye también los tejidos de la epidermis viva que sólo usan como suelo mal pisoteado, cuando debieran protegerlo y cuidarlo para acomodar en él su propia supervivencia... procurando no dañar la salud de un privilegiado ambiente, tratándolo con amor para que les sirviera de discreto sustento, evitando abusos que, sin vuelta atrás, sólo pueden abocarlos al fracaso y a su desaparición.
La infección producida por esa invasión patógena, hace que la curación de la enferma dependa de la propia destrucción de los ácaros-vampiro. Sin duda ellos, desde su irracionalidad, así lo intentan. Pero, además, los medios de inmunidad natural del organismo afectado reaccionan en defensa propia para erradicar la dañina plaga. Sube la fiebre, aumenta el sudor, el temblor mitiga dolores, supuran las llagas abiertas y el picor induce al desespero de rascar con fuerza la piel irritada...
Ella recuperará su salud, la juventud y el milagro de su brillante naturaleza... porque nosotros sólo sabemos ser absurdos parásitos; y ella, Madre Tierra, nos empuja hacia nuestra propia destrucción para poder salvarse... Es su derecho...

1 comentario:

Mario dijo...

Desgraciadamente creo que ya es tarde, que poco o nada se puede hacer. Que la Pacha Mama tiene los días contados como los tienen los "agentes patógenos" que siguen insistiendo en echar basura, humos y demás sobre la madre tierra.