domingo, 6 de abril de 2008

EL GRITO DEL GOTELÉ

Cuando cesaba el ruido de pelusas ventiladas por mi viejo ordenador, los techos se sostenían solamente por gotelés. No había tabiques, no había paredes que derrumbar para ampliar la habitación. Aquel día, enfilado hacia la cama, unas voces conocidas llamaron mi atención cuando el somier dejó de chirriar. No era costumbre escuchar aquel revuelo, nunca había tenido quejas de mis vecinos.

- ¡Madre, por el amor de Dios! Esto no debe ser bueno. Es tu dormitorio –gritaba una adolescente, desencajada bruscamente por la falsedad de la utopía inmortal.

- Hija mía… bastante afligida estoy como para soportar más sermones que el de nuestro querido párroco.

- ¡Pero madre, hay otros medios! Me volveré loca si tengo que pasar tres días enteros con mi padre en casa –la niña andaba de un lado a otro y sus pisadas imponían el mismo terror que su voz gimoteante entre lágrimas.

- Antiguamente era normal hija mía. Nadie se extrañaba. Es más, estoy segura de que tu padre lo hubiera querido así –susurraba la anciana prematura con una tranquilidad inusitada, como si lo esperara hace mucho tiempo.

En efecto, el viejo Serbando iba de mal en peor los últimos meses, corriendo sin obstáculos hacia el último pestañeo. Pero no tubo tiempo para ese último detalle.

- ¡Madre, no puedo soportarlo, me está mirando! –a penas podía diferenciar las palabras de los silencios, engullidos ahora por contracciones involuntarias del diafragma, creando sonoras y angustiosas inspiraciones. Ese lloriqueo de niña pequeña que a uno le pone enfermo porque no sabe como atajarlo.

- ¡Sigue siendo tu padre, no hables así delante de él! –replicó la viuda, cambiando la dulzura por la firmeza, intentando acallar por lo sano la insensatez natural de su hija- Tu padre nació en esta casa, aquí crió a sus cinco hijos y aquí será velado como Dios manda. ¡Y no se hable más!

Se aceleraron los pasos. Un portazo. Un jarrón roto. Ruidos de cristales estallando contra el suelo. Mis párpados atónitos incapaces de humedecer mis ojos. Reflejos de una vida destrozada súbitamente.

- ¡Noelia, no faltes el respeto a tu padre de esa manera! Él te observa y sé que llora porque añora un beso tuyo…

La niña se había ido de casa, deduje por el estruendo de la puerta blindada que hizo tambalear mis paredes de pintura, derrumbándolas, dejándome frente a frente con mi primer muerto. Pasé el resto de la noche sentado en mi cama, observándome en el espejo del armario, no queriendo mirar a Serbando, poniendo en duda la irracional figura de los espíritus.

ARIEL DEL TORO

2 comentarios:

Natalie dijo...

Gracias por ponerlo aqui, asi leído me entero mejor. Sigue gustandome mucho este texto. En hora buena.
(Tener en pasado no tiene nada que ver con tubos - de escape, o de otro tipo... jeje, la alemanita)

Roy dijo...

Enfrentarse a los miedos al caer las paredes...teatral imagen, muy potente. Es brutal.